miércoles, 28 de noviembre de 2007

a tientas por el mundo

Parece que cuando las distancias se hacen más grandes, empiezas a optar por una de las opciones: o añoras o olvidas. Estoy empezando a vislumbrar una de las dos. Sin embargo, también descubres que la otra, aunque mal disimulada saca la cabeza, se revuelve a la altura de tu estómago y desaparece por un tiempo más o menos convenido.

Luego está la tristeza. A ésta deberíamos tratarla de usted, hacerle una reverencia cada vez que entra en la sala y dejarla desfilar como hacían sus antiguas majestades al llegar al baile: nos apartamos y recuperamos la compostura minutos después de haber pasado frente a nosotros. Al volver la cabeza ya no está, pero sentimos su presencia flotando en el ambiente, en la habitación o en tus dos metros cuadrados de espacio personal. Es ella, de carácter fuerte y femenino, delicada y punzante. A la que me encantaría agarrar por el cuello y estrangularla antes de que dé el primer paso. Pero siempre, y recalco siempre, se adelanta.

Ahora vive instalada conmigo desde hace unos años. Creo que nos hemos acostumbrado la una a la otra y en ocasiones hablamos, en ocasiones nos gritamos hasta quedarnos sin voz y la mayoría de las veces, simplemente nos ignoramos mútuamente. Sé que seguirá conmigo y me traicionará cuando menos lo espere, siempre queriendo escapar a través de unos ojos convertidos en el único punto vulnerable que no logro dominar. Pero si lo pienso bien, creo que lo prefiero así.

viernes, 23 de noviembre de 2007


Stay in the shade until you reach the grave
Hide from yourself and see how you fade
You'll see how you fade
Love moves on
Life goes on
You'll see how you fade
See how you fade
Move on or you'll see how you fade


Stay in the shade, José González


Me voy. No quiero pensar.
No necesito pensar.

martes, 20 de noviembre de 2007

saber que llega...

Fue la penúltima imagen, la última que quiero recordar...
Fuera ya oscurece, lo justo para que la ventana muestre una imagen del interior: en el cristal, el reflejo de dos figuras juntas, pecho contra espalda y un abrazo que retiene por detrás. El rostro, escondido sobre el hombro izquierdo, oculta una expresión de pura tristeza. Al levantarlo, se cruza con una media sonrisa y una mirada igualmente perdida.

Los segundos pasan, el sonido de la calle se filtra por las rendijas de una puerta mal ajustada; el mundo se para. El frio es mayor dentro que fuera, pero no hay intención de moverse. El corazón se nota acelerado, rítmica expresión de un vacío interno. Quisiera quedarme así, notando el calor de su respiración sobre mi hombro, recordando cada detalle de su cara, ahora que se acaba el tiempo.

El abrazo se hace más fuerte. Después, se deshace... y empieza la distancia.

lunes, 19 de noviembre de 2007

un vals a media tarde


A veces pienso que miro demasiado hacia arriba. ¿Qué estaré buscando?

Allí recorrí cada trozo de cielo, buscando el rastro que dejó tras de sí la última vez que la ví. Aquella vez, sólo me susurró al oído, el tiempo suficiente de girarme y verla partir.

En otra ocasión, me rozó las pestañas y me hizo cosquillas. Hacía sol, y la luz era demasiado intensa para mantener los ojos abiertos. Me pilló de improviso, cuando levantaba la cabeza al notar el calor del sol sobre mi cara. Sabía quién había sido, y no moví más que la comisura de los labios. Era suficiente.

Las fachadas se interponen en mi horizonte, no dejándome ver más allá. Si las tirara, si las destrozara de un soplido, quizás las nubes me saludarían con una reverencia y un dulce vals de música semiolvidada. Y así, sabría que ella se mece al son de esa música que jamás pensó en escuchar.

martes, 13 de noviembre de 2007

cerrado


Siempre llego antes de tiempo. Eso supone esperar, como primera opción... o marcharse.
La condición humana tiene estos pequeños inconvenientes: la elección es parte del juego. Y el resultado, jamás conocido a priori, se convierte en un pronóstico de innumerables variables.

Odio las indecisiones, lo dije alguna vez? A saber.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Carta de despedida

Fue un placer, siempre lo dije
hasta que descubrí unos ojos que me eran desconocidos.
Ahí, ya no te conocía.
Ellos, disfrutaban de la vida y de más. De mucho más
que yo jamás vi. Y entendí.

Entendí tanto en tan poco tiempo
que todavía desgrano
los instantes, a la vez que siento como
me queman y me destrozan.
Las cosas con lentitud se sienten más. Mucho más.

Gritaría... si me hubieran dejado la posibilidad.
Pero no vale la pena. Pensaba que el amor
llegaba en silencio y que un día se haría palabra.
Pues no. Maldia sea, no.
Fueran gritos o en silencio, no llegó jamás.
Los discursos ya se pronunciaron antes.

Me retiro, con la cabeza baja,
las manos en los bolsillos (hace frio, no es más) y
el recuerdo de unos ojos que jamás me miraron.
Me gusta el gris, excepto cuando precede al frio.


martes, 6 de noviembre de 2007

ataque de silencio

(...)


tal vez...
dentro de poco...
la música volverá a sonar.

mientras,
es preferible
no robarle protagonismo al silencio.