... sólo queda uno.
Llevaba días siendo una nariz roja enganchada a un cristal. Una nariz roja de payaso que encontré por casualidad. De inmediato, me llevó a una conversación sobre el circo, sobre la necesidad de mantener ese niño o niña pequeña que mira con los ojos limpios, sin ataduras ni pasados llenos de prejuicios, de heridas y de cicatrices. Maravillarse de nuevo..., cuántos de nosotros habremos querido volver atrás y sonreir sin motivo aparente más que por el mero placer de sentirlo.
Hay quien lucha por ello y lo reivindica sin perder un ápice de su sensatez, de su temple habituales, de su saber que el camino te lleva hacia delante, con todo lo que ello conlleva. Qué grande es compartir esos dos polos no opuestos y aprender que es posible; a ver el brillo de unos ojos dispuestos a combatir la intransigencia de la edad adulta cuando quedan prendados de una realidad ilusoria, ficcional pero mágica en muchos aspectos...
Y... al mismo tiempo... darte una lección de valentía, cordura y madurez.
"Confía..." me dijo al final. Y sabía que todo saldría bien. Como el primer día, sus ojos me dijeron el resto. Y le creí.
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