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Arriba y abajo y un paso a punto de darse queda suspendido en el aire. Decido qué hacer, pero no me mueve el sentimiento. La disparidad de opiniones, el conjunto de supuestos y los intentos frustrados. En definitiva, seguir en el mismo sitio, esperando.
"
Llegará el momento" y se transforma en
la excusa perfecta: un sinfín de razones para alimentar el temor a lo no acometido, a lo no dispuesto, a no ser, a no hacer, a no creer. Un día, bajas las escaleras de espaldas, mirando al frente y buscando la mano que te sujete por detrás. "
Tiene que estar..." pero no la notas. Y sigues bajando.
Quieta, deténte, mira. "
Miré", sonó en algún rincón. No era más que el propio reconocimiento de lo aparcado y que, sin saberlo, se aferró a los bordes del abismo que creía bajo mis pies. Algo está volviendo y, para mi sorpresa, esta vez no tengo dudas de querer mantenerlo.