sábado, 24 de enero de 2009

lo que no fue

Sábado, 24 de enero de 2009.

Se me hace extraño pensar que se ha ido, sobretodo por no haber sabido de él durante tantos días, meses, no tanto años. Otra persona que se va, en el silencio de mi vida. Alguien que por lazos familiares debía haber sido tanto pero que la vida no lo permitió. Sólo en momentos puntuales, llámese infancia, cuando la mente no perturba, la existencia no condiciona y los caminos no discurren con tanta determinación.

No lloro, pero casi. No sé exactamente por qué. No nos unía más que el apellido, losa y lastre de una realidad absurda que ha marcado demasiado, que ha distanciado tanto y que te lleva a pensar si todo en este mundo es igual de frágil. La falta de confianza en el ser humano empieza, en ocasiones, desde el lado derecho de tu propio nombre. Qué marcados venimos, qué ridícula es nuestra soberbia.

Estoy triste... vacía. No dejó de ser nunca mi... , a_ lo_ lejos (no sonrío, aunque podría). Y sin embargo, algo interno rechaza la idea de renunciar a la existencia del otro. Qué frágiles, pero qué curiosos me resultan los lazos humanos. Se establecen sin nuestro consentimiento y nos anclan a los demás de por vida, muy a nuestro pesar. No por falta de ganas sino por nuestra predisposición al incumplimiento estricto del deber. Quizás eso sea algo que venimos olvidando (despreocupando, marginando, desatendiendo... largo etc.), más por la necedad de pensar que bastantes cargas llevamos a diario que por la necesidad de sentirnos pertenecientes a un selecto club con pedrigrí diverso y secretamente auténtico: nuestra familia.

Cuesta tanto reivindicar aquello que tienes más cercano! Qué débil es nuestra memoria, qué quebradizos son nuestros afectos cuanto menos los escogemos. Y así, los meses pasan, los hijos crecen, los trayectos discrepan hasta el día de la llamada: "tal ha muerto". Y tu garganta se contiene por decencia, cuando lo que tal vez debería gritar es: "no es justo. tenía tantas cosas que contarle. tenía tantas cosas que contarme...". Pero, ya lo sabemos de antaño. Las palabras no dichas continuarán en el destierro.

Buen viaje, tio.