Fue un placer, siempre lo dije
hasta que descubrí unos ojos que me eran desconocidos.
Ahí, ya no te conocía.
Ellos, disfrutaban de la vida y de más. De mucho más
que yo jamás vi. Y entendí.
Entendí tanto en tan poco tiempo
que todavía desgrano
los instantes, a la vez que siento como
me queman y me destrozan.
Las cosas con lentitud se sienten más. Mucho más.
Gritaría... si me hubieran dejado la posibilidad.
Pero no vale la pena. Pensaba que el amor
llegaba en silencio y que un día se haría palabra.
Pues no. Maldia sea, no.
Fueran gritos o en silencio, no llegó jamás.
Los discursos ya se pronunciaron antes.
Me retiro, con la cabeza baja,
las manos en los bolsillos (hace frio, no es más) y
el recuerdo de unos ojos que jamás me miraron.
Me gusta el gris, excepto cuando precede al frio.
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