Llega el final de agosto y antes de que la vida de todos vuelva a su habitual rutina, a sus quehaceres diarios y a esa falta de tiempo tan particular que nos hace aplazar los buenos ratos que pasamos juntos... antes de todo eso, hemos decidido hacer el último encuentro veraniego en formato picnic, ahora que somos muchos y armamos más jaleo que el resto. Y con ello... las típicas tortillas de patatas, el vermú previo con sus olivas y su cervecita, el café en termo pero aún caliente para después de comer, las idas y venidas de unos y otros, ahora para jugar a palas, ahora a básquet improvisando con una pelota de fútbol, las cartas después de la siesta... las charlas alrededor de la mesa... las risas... el aire fresco de la tarde que anuncia la caída del sol... En definitiva, una placentera jornada en familia.
Por cierto, creo que no les he presentado, ¿verdad? Pues, aprovechando que el reclamo fotográfico que supone mi sobrino con su presencia hoy me ha llevado a dedicarle más tiempo a los demás, aquí van algunos retratos. También se merecen su legítimo lugar en un álbum familiar demasiado descuidado por mi parte, lo reconozco. Intentaré poner remedio a ésto tantas veces como nuestras reuniones lo permitan.
Ángeles y mi padre
en la cabecera de la familia
(falta Marina, la hija de Ángeles, pero estaba por otras montañas)
Irina, Vicenç y Unai
(el peque dormía en ese momento, lo prometo)
Clara, Gero y Joaquín
(otro sobrino? sí, para mí lo es)
en la cabecera de la familia
(falta Marina, la hija de Ángeles, pero estaba por otras montañas)
Irina, Vicenç y Unai
(el peque dormía en ese momento, lo prometo)
Clara, Gero y Joaquín
(otro sobrino? sí, para mí lo es)
Y falto yo en el retrato de familia, claro. ¿Pero quién haría las fotos, sino? Y además que salieran tan guapos... Es una de las muchas maneras que tengo de decirles a todos, sin palabras, lo mucho que les quiero.