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Sí, es cierto, ésta es la vida que nos ha tocado vivir. Aún y así, es todo demasiado extraño. Casi incomprensible. El ayer ha dejado de existir más que para inventarlo una y otra vez, añadiendo en cada momento nuevos detalles, nuevas verdades y fantásticas mentiras que nos esforzamos en creer.
Los caminos son los mismos y siguen siendo recorridos por otros vestidos de alguien que consideramos nosotros. Qué divertido sabernos adultos, constatarnos maduros para algo a lo que ni el tiempo pretérito nos ha querido educar. Y esas piedras que vemos delante nuestro seguirán allí tras nuestro paso, tal vez un poco más desplazadas por algún tropiezo y sí pequeños suspiros de resignación.
A pesar de eso, el trayecto no deja de producirnos un revoloteo en la superficie del estómago. Y levantas el rostro ante un sol que acaricia tus párpados y calienta tus labios.
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