Café. La taza vacía. Un vaso de agua a medias. Un cigarrillo apagado, algo de ceniza. El jersei negro encima de la mesa. "Lo siento, me lo he dejado yo". Una peca en el pecho, mi reflejo. La ventana está abierta y mi cabeza casi se escapa por ella. Algo de brisa...
Un niño tararea, otro bosteza. Exceso de aburrimiento.
El vaso sigue medio lleno, el otro menos. No recordaba, había dos. Las piernas cruzadas encima de la silla, ejercicio de posicionamiento. Una forma de llamarlo comodidad. Cambio de música. "No hemos mejorado mucho".
Tres sillas con tapizado de jardín. Mejor, tapizado de jardín de abuela... y con todo el cariño, pero no. No se acepta. Un tatuaje en rojo, caracteres chinos. Subiendo el tobillo se llega a la mano. Bolígrafo rojo, más caracteres. "Eso que tú querías". "Sí... quería tantos... Mejor no pienso mucho en eso... ¿no?" "Allá tú, pero ya es hora" "Ya volvemos a lo mismo de siempre" "Bueno, alguna vez tenía que ser. ¿A qué esperas" "Sí lo supiera... tal vez lo habría hecho, ¿no crees?" "No creo nada. Sólo digo que ya es hora" "Mejor dejamos el tema".
Mirada al otro lado del reflejo. Sólo sigo siendo yo. Malditas preguntas...
Y ella encendió una vela. Demasiado blanca. "¿Las harán de juguete?" "... qué cielo tiene Berlín..."
No soporto la nostalgia; por exceso de ella. "¿Lo dejamos?" "No, aún no. Es pronto".
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