lágrimas,
arrastrando los afeites de mi rostro,
humedecen y manchan mi vestido de seda
aquella "canción de adiós"
la repito miles y miles de veces
dicen
que las largas cadenas montañosas
tienen un final
pero sólo oigo la lluvia fina y delicada
golpeando interminable
el pabellón solitario
desde que nos separamos
la tristeza del adiós
me destroza poco a poco el corazón
he olvidado incluso si,
al brindar por tu partida,
nuestras copas tenían
poco o mucho vino
lo mejor
es que entregue este poema
a las ocas salvajes que atraviesan el cielo
en realidad, Donglai
no está tan lejos como otros paraísos
"Mariposa enamorada de su flor"
Li Qingzhao